sábado, 13 de septiembre de 2008

La otra historia

Tal vez debamos callar
para que los extraños cantos del cielo
nos cuenten nuestra secreta historia.

Quizás puedan decirnos si alguna
vez dejaremos de aguardar el alba
convencidos de que un nuevo sol nacerá,
o si en alguna lejana primavera
la imagen de nuestro rostro en el estanque
será verdaderamente el rostro que una vez conocimos.

Tal vez debamos callar
para que los extraños cantos del cielo
nos enseñen a pronunciar el nombre de las cosas.

Quizás puedan enseñarnos a decir “amanecer”
cuando nos extraviemos en la tenebrosa
noche de los pueblos donde nadie sepa quienes somos,
o a pronunciar cualquier palabra
que nos ayude a recordar el trémulo brillo
de nuestros ojos frente al espejo de la infancia.

sábado, 30 de agosto de 2008

Sutileza

Me gusta cuando a veces “tú y yo”
es un rumor que arrastra la voz del río,

el fresco tañido de la gota de lluvia
que despierta las dormidas raíces del almendro,

o el gemir de la escarcha que se quiebra
bajo la tímida calidez de un sol matutino.

sábado, 14 de junio de 2008

Melancolía

Otra vez el río de la tarde pasa
sin invitarme a beber de sus aguas,
otra vez las horas son crispadas hojas
dispersas por el crudo otoño de los días
y la esperanza una copa en donde
vierto un amargo vino de soledades.

Otra vez el cielo desaparece
tras el velo de la lluvia
y el silencio azul de los espejos
se niega a revelar el secreto de los rostros,
otra vez el recuerdo del hermano muerto
es un fantasma acechando cada sueño
y la tarde un río cuyas aguas
fluyen hacia un mar extraño.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Quietud

Enciende el fuego
de la tarde,
descorre el polvoriento
telón de la nostalgia,
y junto a las fatigadas
brasas del día que se extingue,
tendámonos a esperar
la primera nube,
la primera lágrima
que un apenado cielo nos regale.

jueves, 13 de marzo de 2008

Imágenes

Cuando vemos reflejarse en la ventana el rostro
del niño que ha muerto,
y los labios no son sino el recuerdo de una palabra,
cuando nos suena a verso indescifrable
al querer escuchar lo cotidiano
y lamentamos haber perdido la huella de los senderos
que ya sólo viven en la fatigada conciencia,
pareciera que de pronto se desvanece
todo lo que amamos.

Mas aún cae la gota que tintinea en el espesor de los valles,
las ramas del tierno olivo todavía nos hablan
de historias que se niegan a morir,
aún juegan inocentes siluetas de niños
en las aguas libres del regadío,
y dos ojos verdes sueñan a la sombra
de una floreciente higuera.